jueves, 16 de febrero de 2017

Unamuno y la fe

Fue en mis tiempos de universidad cuando una figura tomó importancia para mí por lo que representaba la hondura de su pensamiento, se trata de don  Miguel de Unamuno. Dos personas fueron claves en despertar mi curiosidad por este pensador y escritor que viviera entre el siglo XIX y el XX, y que tanto significó en nuestra convulsa España. Estas dos personas fueron mi padre y mi profesora de Literatura. 

Hoy en día, como se hace con muchas figuras de renombre, se la suele utilizar en política para adscribirlo al partido de cada uno, pero lo cierto es que Unamuno fue una persona tan comprometida con la honestidad de su pensamiento y la ética de su vida, que, aunque se moviera entre los dos flancos políticos que se convertirían en adversarios en la Guerra Civil, terminó desilusiondo con ambos ya que comprendió que, desgraciadamente, el ser humano conseguía corromper incluso las ideas más nobles para convertirlas en luchas de poder y odio que sólo podían conducir a lo que desgraciadamente consiguieron. Él mismo dijo estas palabras: "No soy fascista ni bolchevique; soy un solitario". Y si pudiera quedar alguna duda, lo dejó más claro en esta otra frase: "Ni lo uno, ni lo otro, que en el fondo son lo mismo".

Don Miguel de Unamuno, tan afin a dar un buen uso a la razón, no podía ni comprender ni colaborar con la sinrazón de quienes hacían mal uso de la misma, y no sólo de ese ejercicio de la mente, sino también del uso  de algo más abstracto pero no por ello inexistente como es el espíritu.

Unamuno representa para mí esa búsqueda constante del Creador, del sentido de la vida preguntándose por la trascendencia de la misma. Vivió ese periodo que suele definirse en filosofía como "angustia existencial", y no sintió la más mínima vergüenza al gritar esa búsqueda con total falta de decoro, como él mismo afima, en vez de esconderla o comentarla entre líneas. No, don Miguel era muy claro cuando hablaba o escribía. 

Muchas veces fue interpelado sobre sus creencias religiosas, preguntas a las que no ofrecía una contestación sencilla, sino que obligaba a que quien así le interpelaba se hiciera la pregunta a sí mismo pues le parecía que muchos lo que buscaban era la solución fácil de pedirle a otro la clave del enigma que le acompañó toda su vida. Porque don Miguel, sin ocultar nunca la profundidad de su búsqueda, se contentaba con sugerir a quien quisiera escucharle, pero no darle soluciones únicas, acusando de pereza a quienes se conformaban con las que otros ofrecían en vez de realizar el esfuerzo y el riesgo de la propia búsqueda.

Parece que un gran escollo en sus creencias podría ser la duda sobre la inmortalidad. En su novela San Miguel Bueno Martir nos habla de un sacerdote que consigue conducir a la fe a todos sus parroquianos, pero que él mismo duda sobre la existencia de la vida eterna.

Pero entonces, ¿creía Unamuno en los fundamentos de la religión en la que se había educado? Me parece estar viendo la cara de mi padre, dándome una respuesta sin darla a este tema, cuando me decía: "no hay más que leer el poema al  Cristo de Velázquez para verlo". Y es que Unamuno, como yo y como mi padre por lo que puedo entender, tenemos "una fuerte tendencia al cristianismo". Estas palabras entrecomilladas pertenecen a don Miguel. Sí, una fuerte tendencia al cristianismo pero no necesariamente al dogmatismo.
 
Unamuno era un buscador que daba una enorme importancia a lo que él quiso creer, y subraya muchas veces ese acto voluntario de elegir querer creer, ya que en este asunto la voluntad de  uno también tiene mucho que decir pues, como él mismo señalaba, no encontraba razones lógicas ni para creer en la existencia de Dios ni encontraba tampoco razones lógicas para negarla, y por tanto optaba por el camino de la creencia. Eso sí, una figura le acompañaba en esa búsqueda del Dios Supremo, y esa figura era Cristo, representado en su dolor, en su aparente abandono del cielo y la tierra allí crucificado como tan impresionantemente lo muestra Velázquez en su famoso cuadro.

Me hubiera gustado terminar este artículo con unos versos de este poema escrito por Unamuno, pero no entiendo por qué circunstancia parece imposible que el sistema me permita hacerlo, así que os sugiero que si deseais leerlo lo hagáis en las páginas correspondientes pues yo no consigo salvar los obstáculos que me impiden ofreceros una pequeña muestra. Tanto el cuadro como el poema merecen la pena.