viernes, 25 de noviembre de 2016

Libertad de expresión

Desde hace tiempo, vengo observando el uso y abuso del lenguaje para justificar ciertos comportamientos que, a mi modo de ver, no son del todo acertados. Uno de esos abusos del lenguaje se viene obrando sobre la llamada libertad de expresión. Por supuesto que resulta de todo punto aceptable que tengamos libertad para expresar aquello que consideramos debe de ser escuchado; pero desgraciadamente, en muchas ocasiones, quienes dicen tener el derecho para ejercer esta libertad parecen no valorar adecuadamente en qué consiste y así no son pocas las veces en que más que ejercer el legítimo derecho a expresarse libremente se autoadjudica uno mismo la libertad de acción, uniendo ambos conceptos. Expresar es decir; actuar es hacer, y ambos conceptos muchas veces al ser unidos caen en la más grande de las injusticias, provocando daños y altercados que no deberían crearse.

¿Cuántas veces manifestaciones legítimamente convocadas y desarrolladas terminan en una batalla campal entre unos y otros? Todos se creen con derecho no sólo a decir sino a actuar y por tanto impedir que otro ejerza su también lícito derecho a decir.. lo contrario.

Me parece que a veces traspasamos los límites y prostituimos un noble ejercicio de la palabra en una batalla que lo único que busca es gritar y pelear, más que decir, escuchar, reconocer y trabajar para un entendimiento.

Y es que parece que demasiadas personas se han acosltumbrado a saltar todo límite que consideran abusivo cuando se trata de aquello que desean alcanzar pero que defienden a ultranza si alguien pretende saltar los que creen pertenecerles por derecho. Digamos que en esto suele haber una muy diferente vara de medir según quién la utilice en cada momento.

Sí, a veces hacemos un uso poco mesurado de las cosas. Por ejemplo, ¿quién no ha oído -o quizá dicho- aquello de "es que yo soy muy sincero y se lo digo a la cara lo que tenga que decirle"? Bueno, yo creo que decir todo lo que uno piensa y soltarlo independientemente del daño que pueda causar me parece como mínimo una imprudencia y como máximo una falta de compasión con el otro. Así, sinceramente, uno podría decirle a otro: "¡Qué horroroso eres!" Pero, ¿es necesario ser tan sincero? Además, una cosa es ser sincero y otra muy distinta decir la verdad porque, ¿quién nos asegura que aquello que decimos sea verdadero en vez de sencillamente ser nuestra opinión?

Con la libertad de expresión sucede algo así. Todos podemos decir lo que pensamos, pero después de meditarlo por si resulta que encontramos algún error que no habíamos valorado en nuestro discurso. También habrá que tener en cuenta que no somos los únicos que tenemos derecho a expresarnos, pues el universo es muy extenso y ese derecho lo deben de compartir todos sus habitantes. Y por último, no confundir la expresión con la acción; y así como no resulta muy acertado agredir con la palabra ya que se puede decir lo mismo de una forma más mesurada, no debe de agredirse con la acción violenta como con demasiada frecuencia parece utilizarse en sustitución de esa tan deseada expresión.



jueves, 17 de noviembre de 2016

A modo de inspiración - Gratitud y Servicio





Falta de egoísmo, humildad y acción consciente....

Tres ingredientes necesarios para poder dar 
sin sufrir los adversos efectos 
del posible no recibir.







La carta pertenece a la baraja Wisdom of the Hidden Realms
 ("La Sabiduría de los Reinos Ocultos"), de Colette Baron- Reid









jueves, 10 de noviembre de 2016

Helen Keller



Helen Keller
Con demasiada frecuencia no somos conscientes de las muchas ventajas que podemos disfrutar, y así, de vez en cuando aparecen ante nosotros ejemplos de aquellos que sí supieron valorar dichas ventajas, precisamente por no tenerlas. Helen Keller es un personaje que desde niña cautivó mi atención. Imagino que su nombre y sus circunstancias son bien conocidas, pero como no todos accedemos a la mismas fuentes, bien pudiera suceder que alguien desconociera su historia.

Nació en Estados Unidos en 1880, y aunque a su nacimiento no le sucediera absolutamente nada anormal, antes de cumplir los dos primeros años de su vida sufrió una grave enfermedad que la convirtió en ciega y sorda, y por tanto, al no poder oír los sonidos ni ver el movimiento de los labios, también se hizo muda. ¿Alguien puede imaginar lo que debe de ser vivir recluído en uno mismo sin ninguna conexión con el exterior excepto el tacto? ¿En qué se manifestaban sus pensamientos al no poder ni ofrecerles imágenes ni palabras? 


A los siete años su mundo dio otro vuelco inesperado. Sus padres contrataron a una profesora para su hija, Anne Sullivan, una mujer que también había sufrido graves problemas visuales aunque sometida a diversas intervenciones no llegó a la ceguera absoluta. Anne fue un maravilloso regalo para Helen. Fue ella quien con mucho trabajo consiguió establecer comunicación con la niña y logró que aprendiera a comunicarse a través de signos formados con sus dedos, a leer palabras, a escibirlas y poco a poco incluso a pronunciarlas. Pero el gran desafío consistía en que la niña entendiera claramente los conceptos, que comprendiera el verdadero significado de las palabras, su contenido, las ideas abstractas que guardaban aquellos símbolos en un principio totalmente carentes de significado para Helen. 

Entender ese significado fue el motor de arranque para toda su posterior evolución, hasta el año 1968 en que murió. Aquí está uno de sus textos en que describe ella misma ese momento milagroso en el que se despertó su entendimiento:

Anne Sullivan
"Anne Mansfield Sullivan, mi maestra desde hacía un mes, me había enseñado los nombres de varios objetos valiéndose del siguiente procedimiento: los colocaba en mi mano, deletreaba los nombres sobre sus dedos y me ayudaba a formar las letras. Sin embargo, yo no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo. Ni siquiera pensaba. De esta experiencia sólo conservo la memoria táctil de mis dedos, que hacían los movimientos y cambiaban de una posición a otra. Un día me dio una copa y deletreó la palabra correspondiente. Luego vació líquido en la copa y formó las letras que componen la palabra “agua”. En mi perplejidad y confusión persistí en deletrear agua por copa, y viceversa, hasta encolerizarme porque la Señorita Sullivan continuase repitiendo las mismas palabras una y otra vez. Por fin, en su desesperación, me condujo a la caseta cubierta de hiedra donde estaba la bomba de agua, y me hizo sostener la copa debajo del chorro mientras con una mano bombeaba y con la otra deletreaba enfáticamente la palabra agua. Quedé inmóvil, con todo el cuerpo en atención al movimiento de sus dedos y sintiendo el frío del agua que se derramaba sobre mis manos. ¡De pronto sentí una extraña agitación interior, algo semejante a la nebulosa de una conciencia. Tuve también la sensación de un recuerdo atávico, como si resucitara después de haber estado muerta! Comprendí que con la actividad de sus dedos mi maestra estaba tratando de hacerme comprender el significado de esa cosa helada que se precipitaba entre mis manos, y que por medio de signos me sería posible comunicarme con los otros. En ese inolvidable y maravilloso día se atropellaron dentro de mí variados pensamientos que parecían iniciarse en mi cerebro y extenderse luego por todo mi ser. Identifico esta experiencia con mi despertar mental y con algo que tuvo mucho de revelación, porque en seguida di muestras, en muchos y muy diversos aspectos, de haber cambiado por completo. Quise aprender el nombre de cada objeto que tocaba, y antes del anochecer ya había incorporado treinta palabras a mi repertorio. La nada había sido borrada…, me sentía gozosa y fuerte, ¡con ánimo para hacer frente a mis limitaciones!"
Emanuel Swedenborg
Este texto está extraído de su libro Luz en mi oscuridad, en el que no sólo relata sus experiencias sino que se sumerge en el mundo místico y religioso a través del conocimiento que tuvo de los escritos de Emanuel Swedenborg, científico y pensador del siglo XVIII. Me gustaría compartir con vosotros otro extracto de esta libro en el que habla del mundo místico en el que cree, con el encanto de alguien que puede sumergirse muy bien en la certeza de que en el mundo hay mucho más que aquello que podemos ver, oir o tocar. Aquí os dejo el texto para vuestra consideración:

"Siempre que repaso mi existencia llego a la conclusión de que mis obligaciones más sagradas son con aquellos que jamás he visto; que mis intimidades más preciosas, las de la mente, y mis amigos más serviciales son los del espíritu. No puedo concebir la vida sin religión, como no podría imaginar un cuerpo viviente que no tuviera corazón. El mundo espiritual no ofrece dificultad para el sordo y ciego, porque casi todas las cosas del mundo natural son tan remotas a mis sentidos como las cosas espirituales son a la mente de la mayoría de la gente".

Si deseáis leer el libro completo (que es cortito), no tenéis más que pinchar en el título escrito anteriormente, o bien en esta dulce foto de Helen ya en su ancianidad. 

¡Gracias, Helen, por tu ejemplo!


jueves, 3 de noviembre de 2016

A modo de inspiracion - Comparte tu sabiduría





Sí, has leído bien: "Comparte sabiduría"...  
Porque todos tenemos algo que aprender... 
y algo que aportar. No lo olvides nunca. 

No disfraces de falsa humildad 
lo que bien pudiera ser miedo, 
pereza o incluso tacañería.









La imagen pertenece a la baraja Indigo Angel,  
de Doreen Virtue y Charles Virtue